Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Reflexión
Hoy, es el día de Pentecostés, y el Señor cumple su promesa infundiendo en los Apóstoles la llama viva del Espíritu Santo. A través de las lecturas, se nos pone de manifiesto los requisitos necesarios para recibirlo.
Un requisito muy importante es la unión entre los cristianos. De hecho, los Apóstoles estaban reunidos en casa por miedo a los judíos cuando aparece Jesús y les transmite el Espíritu Santo. También nosotros estamos llamados a la vida en comunidad, a cuidar unos de otros como miembros de una gran familia cristiana. De esta forma estaremos preparando el entorno idóneo para recibir en nuestros corazones la luz del Espíritu Santo. Una fe vivida en soledad no puede florecer. El amor del Señor se pone de manifiesto en nosotros a través de los demás, seamos acogida y esperanza.
En segundo lugar, paz y alegría, derivadas de la verdadera confianza en el Señor. Aunque todos seamos cristianos, no todos tenemos la misma forma de vivir la fe y realmente esto es gracias a la influencia del Espíritu Santo.
Los Apóstoles estaban asustados, sabían que defender la palabra del Señor podría poner en peligro sus vidas, que serían perseguidos por ello y condenados. Sin embargo, una fuerza especial nació en su interior y los hizo llenarse de decisión para salir y predicar todo lo que habían aprendido de Jesús. Ese es el poder que el Espíritu Santo es capaz de crear en nuestros corazones. ¿No te has preguntado nunca cómo puede haber hermanos cuya fe no tiemble incluso teniendo un arma apuntando su cabeza? Tienen algo que los hace diferentes. El Espíritu transforma todo con su presencia.
Jesús nos hace a todos enviados de Dios, no importa de donde seamos, ricos y pobres, de cualquier parte del mundo, hombres o mujeres, imperfectos, débiles... El Señor nos llama a ser peregrinos en la tierra, sus manos, sus pies, su voz. Es una gran prueba y a la vez una gran muestra de amor y entrega.
En último lugar, el Espíritu nos brinda diversidad de dones, que son frutos de una misma flor. Aunque las manifestaciones del Espíritu Santo varían de unas personas a otras, todas pertenecen a Dios. Estos dones son las herramientas que el Señor nos da para ser soldados del amor en el mundo. Estos dones debemos ponerlos al servicio de la comunidad para servir a los demás como el mismo Jesús haría.
El Espíritu Santo rompe todas las barreras, el lenguaje del amor es un lenguaje universal, por eso todos entendían a los Apóstoles allí donde iban.
Señor, derrama sobre nosotros la luz del Espíritu Santo, permítenos ser más fuertes y que nuestra fe crezca en autenticidad y entrega. Que perdamos los miedos, rompamos barreras y acortemos distancias, para que esta familia por la que entregaste tu vida siga creciendo y caminando hacia la vida eterna.
Que nadie pueda apagar la llama que has encendido en nuestras almas.
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