domingo, 28 de mayo de 2017

~ Reflexión Evangelio del domingo 28 de mayo de 2017 ~

Resultado de imagen de ascension de jesusLectura del santo evangelio según san Mateo (28,16-20)
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Reflexión
Domingo de Ascensión, el Señor ha ido a reunirse con el Padre. Probablemente los apóstoles sentían una gran tristeza al despedir a su Maestro. Por que, sin lugar a dudas, el paso del Señor por la tierra dejó una huella muy profunda. 
Para los cristianos fue y es un verdadero rey, un rey diferente, un rey humilde. Que murió por nosotros. Muchas veces en la vida sentimos la necesidad de destacar, de ser los mejores, porque estamos en un mundo competitivo. ¿Cuántos rechazarían esta corona de oro que gobierna en un reino de poder? Sin embargo, ¿quién aceptaría una corona de espinas? Esa que nos coloca la vida al volverse empinada, dolorosa y oscura. Pues Jesús lo hizo y lo hizo por amor. 

Su reino no está en este mundo, pero, como nos dijo Jesús: 

"Bienave
nturados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia,porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase 
de mal contra vosotros, mintiendo."

De aquellos que sufren por tener que buscar un trozo de pan que llevarse a la boca, que no tienen un hogar al que regresar, ni nadie que los cuide, de los que se van a dormir con el sonido de las bombas y no saben si a la mañana siguiente van a despertar, de los que se equivocan, de los que viven en soledad, de los que padecen una enfermedad que les consume, tuyo y mío, para todos nosotros el Señor se nos ha adelantado al ascender y así ha inaugurado el reino donde nos espera a todos, ha vencido la muerte y nos ha abierto las puertas. 


Solo nos pide una cosa: Ser una Iglesia peregrina que acerque su palabra a todas las personas que a lo largo del mundo aún se encuentran perdidas. Y yo me pregunto, ¿Seremos capacees de colocarnos esa corona de espina, de romper los muros que nos separan de los demás y amarlos con el mismo amor que recibimos de Jesús? Probablemente, las respuestas a todas estas preguntas, las guardemos en nuestro corazón. Solo el Espíritu Santo que habita en nosotros,  nos puede ayudar a encontrar el camino que el Señor quiere que sigamos para responder a su llamada. 

Hoy el cristiano está feliz, porque esto no es una despedida, es una transición, pero Él sigue aquí con nosotros y lo estará hasta el fin del mundo. Dios quiere salvar a los hombres y para eso también nos da una misión a la Iglesia. Mientras siga habiendo tanta pobreza, tantas guerras, tanto sufrimiento... Tenemos un gran reto por delante. Un compromiso fiel y verdadero de iniciar una revolución de amor. 


La Ascensión nos da ausencia y presencia al mismo tiempo, esa es una experiencia que solo puede vivirse a través de la fe. Igual ocurre con nuestros seres queridos que ya han sido llamados por el Señor, ellos también son ausencia y presencia. Cristo venció la muerte, y nos ha regalado vida eterna. A través de la fe, podemos perder el miedo a la muerte porque ya sabemos que no es el final. Que no estaremos solos. Y hasta tu último suspiro Él estará tomando tu mano. 

Que grande eres Señor, que preciado es tu amor y como nos cuidas. Sabes el nombre y apellido de cada una de tus ovejas, nos conoces y estás con nosotros, no dividido, sino en plenitud. 

No te sientas solo porque ahí tienes al Maestro. Quizás no podamos entender los planes que Él tiene para nosotros porque los vemos desde abajo, pero cuando entremos al reino, seremos capaces de ver los hilos que el Señor mueve. Sus tiempos son perfectos. 

Señor, ayúdanos a construir un mundo mejor, a ser testigos de que estás vivo y a nuestro lado y a tener paciencia para esperar a que llegue ese día que volvamos a abrazarte. Te hemos visto y ahora, debemos hacerte visible para los que todavía no te conocen. 

Imagen relacionada

Jesús va a tu encuentro. Cierra los ojos del cuerpo y abre los ojos de la fe, podrás verlo.


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